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viernes, 8 de abril de 2016

Érase una vez...una mujer verdadera

La publicidad y los medios de comunicación en general nos bombardean constantemente con mensajes de todo tipo cargados de violencia simbólica. Unos son más explícitos y otros menos. En muchos casos nos hemos acostumbrado a un lenguaje visual determinado y nos cuesta inferir en una primera lectura  los mensajes ocultos.
(“La violencia simbólica, violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento” Bourdieu, 2003).

Nos os perdais este video que no tiene desperdicio…




Por otra parte tenemos los cuentos infantiles a los que  hoy vamos a prestar especial interés, por estar repletos de asimetrías en conceptos de género.
Pongamos un ejemplo: Blancanieves. ¿Acaso no se vuelve a reproducir el modelo estereotipado femenino? Sumisión y belleza física que prima sobre cualquier otro atributo (qué mejor que ser bella y dócil para complacer al príncipe encantador)
En contraposición al modelo de mujer hermosa tenemos a la famosa bruja, esa mujer malvada y despiadada. Vengativa y celosa.
¿Y qué decir del hombre? siempre aparece reflejado como bueno, justo y compasivo (el rey, el cazador).  Por supuesto, también estereotipado.
Cabe destacar el carácter truculento que muestra el cuento cuando la reina pide al cazador que le traiga el corazón y los pulmones de Blancanieves para comérselos. Pasaje digno de pertenecer a cualquier relato de Edgar Alan Poe.


En realidad, la mayor parte de cuentos clásicos son readaptaciones de otras versiones más tradicionales, que lejos de ser cuentos infantiles, describen historias cercanas al género de terror. Disney hizo un trabajo importante de “dulcificación” de dichos relatos. Pero siguen contando historias en las que se reproducen los estereotipos de género con un marcado carácter sexista.


Por todo lo anteriormente expuesto, os proponemos una versión alternativa de Blancanieves.


En un país muy muy lejano vivía un rey que enviudó joven cuando su pequeña hija, Blancanieves apenas era un bebé. Se volvió a casar, harto de la soledad del palacio en el que vivía y hastiado de no poder compartir con nadie las cosas que le hacían feliz. Su nueva esposa era una mujer hermosa, aunque demasiado vanidosa y superficial, no amaba al rey, sólo buscaba la comodidad de la vida de palacio. La pequeña Blancanieves crecía y crecía. Era una chica curiosa e ingeniosa, siempre leyendo y preguntando a su padre cosas sobre la vida. El rey la adoraba, no paraba de decirle lo linda que era, y esto fue generando una envidia profunda en la caprichosa reina, que en poco tiempo se tornó desmesurada. Un día la reina le pregunto al rey que quién era la mujer más linda y el rey complaciente respondió que por supuesto su reina. Pero la reina pudo reconocer como la mentira del rey se reflejaba en sus ojos como un espejo. Y el espejo le devolvía una imagen deformada y oscura de su propio ser. Fue entonces cuando la reina encomendó a su más fiel siervo, el cazador de la Corte, que se llevara a Blancanieves a cazar y la matara con la excusa de un desafortunado accidente durante la caza. El cazador, sabía que no tenía opción. Sin embargo no fue capaz de hacerlo porque a pesar de ser un hombre fiel a su deber con la reina, era un hombre bueno. Pero era consciente de que Blancanieves no podría volver a palacio porque entonces sería la propia reina la que un día llevaría a cabo por si misma su plan. Entonces alentó a Blancanieves a buscarse otro hogar, porque el suyo ya no era seguro. El cazador volvió a palacio contándole a la reina que había herido a su hijastra pero que huyó por el bosque y le perdió el rastro. La chica deambuló sin rumbo hasta que vio una pequeña casita. Se acercó, llamó a la puerta. Estaba abierta y decidió entrar. La casa parecía estar hecha a la medida de personas de pequeña estatura. Estaba todo dispuesto para la cena, y ella estaba hambrienta y exhausta así que tomó un poco de sopa de uno de los pequeños cuencos y se acostó en una de las pequeñas camas. Al poco tiempo llegaron los inquilinos de aquella casa, siete niños que vivían solos en el bosque y que durante el día acudían a la escuela. De repente, uno de ellos se percató de la presencia de Blancanieves, que dormía plácidamente. Estaban tan impresionados que no se atrevieron a despertarla, el sueño en que estaba sumergida aportaba a su gesto una expresión angelical. Esperaron a que se despertara. Cuando la chica abrió los ojos al principio se asustó a ver a tantos niños pero pronto se tranquilizó cuando los niños le dijeron que estaba a salvo. Se hacían llamar Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y Domingo. Le ofrecía cobijo y comida a cambio de lavar, fregar, cocinar, hacer las camas, reparar las cosas que se rompían, en fin, a cambio de realizar un sinfín de tareas domésticas de las que se encargaba cada uno de los siete niños cada día de la semana. Blancanieves educadamente rechazó la oferta pues no creía que su destino fuera el de ser una criada en una casa en el campo. Así que decidió en ese momento que se construiría para ella una bonita casita en el bosque, eso sí, cerca de los niños, porque eran muy agradables. Recordando muchas de las cosas que había aprendido y con su propio ingenio logró su objetivo.
Un día llegó a oídos de la reina que una chica encantadora vivía en una casita en el bosque y la descripción encajaba con la dulce Blancanieves. Ciega de ira, la reina se disfrazó de vieja venderora de abalorios con alfileres envenenados y buscó la casa de la chica hasta que la encontró. Cuando llamó a la puerta le abrió una joven, que se mostró cordial y adorable. Le ofreció unas alhajas que Blancanieves aceptó por no ser descortés y por ayudar a aquella mujer. Le invitó a pasar y tras una larga conversación en la que Blancanieves le contó cómo había llegado hasta allí y la falsa vendedora comenzó a sentir simpatía por aquella chica.  En un momento dado Blancanieves quiso colocarse una de las alhajas que la vieja le había entregado pinchándose así un dedo. Cayó inmediatamente desvanecida. La reina entonces comenzó a experimentar un terrible sentimiento de culpa, se dio cuenta de lo ruin de su actitud y de lo adorable que era Blancanieves, así que en un intento de reanimarla, se abalanzó sobre ella, colmándola de besos y abrazos, pidiéndole perdón por lo mala madre que había sido y mientras lloraba amargamente, la chica que era muy fuerte, recobró el sentido el tiempo suficiente para decirle a la reina que la perdonaba. Tras largos días de incertidumbre Blancanieves un día despertó de su letargo y ese fue el día más feliz de la reina.
FIN

En conclusión: consideramos de vital importancia trabajar con los niños desde edades tempranas la coeducación, para evitar que se instalen y normalicen en su inconsciente todos esos símbolos y estereotipos de hombres y mujeres y ofrecer una visión cada vez más cercana a una igualdad real (y más lejana de la igualdad teórica), que además, permita reducir a lo anecdótico la existencia de cualquier caso de violencia de género.

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